Título: Breaking Bad
Si a usted le diganosticasen un cáncer de pulmón, ¿qué es lo que haría? Seguramente se lo trataría, iría al mejor médico, buscaría la manera de alargar su vida. Pero este no es el caso de Walter White (Bryan Cranston), él piensa que lo mejor es dejar a su familia algo de dinero para cuando el ya no esté en este mundo. El problema, moral o legal, está en que lo hace a través de la droga.
Director: Vince Gilligan
Intérpretes: Bryan Cranston, Aaron Paul, Anna Gunn
Si a usted le diganosticasen un cáncer de pulmón, ¿qué es lo que haría? Seguramente se lo trataría, iría al mejor médico, buscaría la manera de alargar su vida. Pero este no es el caso de Walter White (Bryan Cranston), él piensa que lo mejor es dejar a su familia algo de dinero para cuando el ya no esté en este mundo. El problema, moral o legal, está en que lo hace a través de la droga.
¿Dónde empieza el problema? Porque Walter es alguien bueno. Es buen padre de familia, quiere a su mujer Skyler (Anna Gunn) y a su hijo Walter Jr. (RJ Mitte). Es buen profesor de instituto. Además trabaja en un lavadero de coches para ganar algo más de dinero. El primer punto de giro, mejor dicho el segundo, es cuando le diagnostican el cáncer. Ya desde el primer capítulo (Pilot) sabemos que se va a morir. Lo que no nos dice su creador, Vince Gilligan es cómo va a morir. Más o menos coge la idea de Kurosawa en Ikiru. Al protagonista le dicen que va a morir, ambos de cáncer, y entonces decide hacer algo que nunca se había planteado. Ambos dan un cambio radical en su vida, pero cada uno hacia un lado diferente ya que mientras que Watanabe busca ayudar a la gente dentro del marco legal, Walter White decide ir más allá , iniciar un camino fuera de la ley para ayudar a su familia.
La serie empieza bien, narrativamente hablando. Vemos a un hombre, en ropa interior y con una mascarilla, al volante de una autocaravana conduciendo como un loco. Y de fondo escuchamos sirenas. La caravana tiene un accidente, se sale del camino. Entonces el conductor coge un revólver, se planta en mitad del camino y apunta hacia donde parece que va a aparecer el primer vehículo de polícia. De repente, zas, títulos de crédito y volvemos al pasado. En primer lugar, los créditos de inicio aparecerán una sola vez en la temporada y es en el primer capítulo. Gracias Gilligan por ahorrarnos ese gesto de pasar rápido ese momento. Y en segundo lugar, esa estructura in media res no será la última vez que se usa, ya que en otros capítulos también comienza así, jugando con lo que va a pasar. Es una forma de empezar la narración pillando desprevenido al espectador, además de atrapar su atención por lo extraño de la situación.
Pero no solo esto es extraño, también lo son los giros que va dando la
trama a lo largo de la primera temporada. No va dando bandazos, sino que son
puntadas muy bien dadas. No hay ninguna que sobre o que esté mal colocada. Son
puntos de cruz, primero a un lado y luego a otro, pero a pesar del cambio de
sentido el dibujo queda homogéneo. Todo va encaminado hacia ese Breaking Bad, esa caída hacia el lado
oscuro o echarse a perder, que sufre el protagonista, ya que la serie presenta
a un hombre normal, cuasi modélico. Pero cada minuto que pasa va hacia mal,
traspasa la línea. Esto se puede ver en varios momentos. El primero es cuando
decide “cocinar” la droga y se alía con Jesse. El siguiente es con la sucesión
de mentiras a su familia. Luego viene la muerte de Domingo (Max Arciniega),
porque lo mata con una de las formas más desgaradoras y frías que hay: el
garrote vil. No quiere hacerlo, pero al igual que al protagonista de El verdugo, no le quedará más remedio. Y
luego ya vienen más mentiras, la venganza contra Tuco (Raymond Cruz) por la
paliza a Jesse… Cada vez la bola de nieve va más allá, crece y crece. Al
personaje no solo lo hacen las acciones, también la interpretación, el
vestuario y su físico notan ese cambio. En el primer caso Bryan Cranston lo hace realmente bien,
porque consigue que en un inicio empaticemos con él, pero al cabo de los
capítulos vemos cómo se va degradando. Su forma de ser, cínico, que juega con
los demás a través de mentiras y emociones (con su mujer especialmente). Esto
se ve claramente en las miradas, casi siempre vacías y sin expresión. Siempre
serio, casi ninguna sonrisa y más aún cuando le dicen lo del cáncer. Se nota
también en el colegio, al principio está entusiasmado con las clases, pero con
el tiempo ese entusiasmo se enfría. En el físico se nota sobre todo cuando se
afeita la cabeza. ¡Hasta su hijo le dice que ahora es un hombre malo!
Con el otro protagonista pasa lo contrario. Con Jesse (Aaron Paul) según
va avanzando la serie, vamos empatizando con él. Es cierto que no es alguien
digno de tenerle como modelo moral y humano, pero es alguien que consigue
enganchar con su forma de ser. Tal vez sea Aaron Paul con la manera con la que
le da vida, o que en el cuarto episodio (Cancer
Man) nos cuenten su historia y veamos que tiene una familia, un hermano
pequeño. O que es capaz de sacrificarse por ese hermano, comerse el marrón y
volver a la calle. También puede que sea porque quiere cambiar, porque lucha
por salir del pozo. Pero como no lo consigue, porque no le dejan o porque no
tiene las titulaciones necesarias (inicio del quinto capítulo; Grey Matter), siempre cae y caerá en el
pozo de la droga. Pero hay algo en él que nos da esperanzas. Esa mirada que
sabe que lo que hace no es bueno, que se niega a empeorarlo, que no quiere ir
más allá de su barrio o tal vez de su calle. Se drogará y venderá, pero da
muestras de que quiere hacer algo más con su vida. A la vez que Walter se
hunde, Jesse intenta escalar por la pared del pozo.
Pozo no solo de la droga, ya que de todos los personajes que hay en la
serie ninguno se salva. Todos tienen su lado oscuro, como cualquier Joker que
se precie. Hank (Dean Norris), cuñado de Walter, es agente de la DEA (cuerpo
policial que se encarga de la droga) y, aparte de fanfarrón, es violento y
tiene como vicio fumar habanos, producto prohibido en Estados Unidos. Su mujer Marie
(Betsy Brandt), además de pija y en algunos momentos insoportable, es una
cleptómana. Roba compulsivamente y no lo admite. Esto será causa de un
enfrentamiento entre ella y la mujer de Walter, Skyler. Ambos parecen
personajes ideales al principio de la serie, pero con el paso de los capítulos
uno se da cuenta de que pocos justos hay en esta particular Sodoma. Ya que no
se salva ni Skyler ni Walter Jr. La primera es cierto que parece la más normal
del barrio, pero ojo con ella. Es controladora, cuadriculada y solo con pasarle
la mano por el muslo tiene la misma reacción que Sally (Meg Ryan) en ese famoso
momento del dulce en la cafetería en la película Cuando Harry encontró a Sally. La interpretación de Anna Gunnes
buena, ya que a través de miradas profundas, que se contraponen a los ojos
vacíos de Walter, gestos bruscos y silencios apabullantes consigue dar forma a
una Penélope un tanto violenta (y eso que está embarazada). A este personaje
también se le acusa de controlador y opresivo, que puede ser el iniciador del
trabajo ilegal de Walter (ya que puede ver esta faceta oculta como algo
liberador).
La primera temporada son siete capítulos de unos cuarenta y cinco o
cincuenta minutos. Cada uno narra un suceso estanco y a su vez está hilado con
el siguiente. El hilo conductor es el cáncer de Walter, ya sea por el dinero
que quiere conseguir o por el problema que representa para todos los que le
rodean. Pero en otros casos son diferentes sucesos u objetos los que hacen avanzar
la acción. Gilligan se apoya en un objeto o en una situación para meter una
marcha más en la serie. Por ejemplo, la mascarilla que se queda tirada en mitad
del desierto al final del primer capítulo va a ser el motor de que Frank inicie
una investigación en el instituto donde trabaja Walter. O la bañera que se
desintegra en el segundo capítulo (Cat’s
in the Bag…), y vuelve a haber referencias al cabo de unos capítulos. Todo
se siembra para después recogerlo al cabo de un tiempo. Y a veces al recoger
uno sonríe, demostrándose que él también tiene un lado oscuro, algo tétrico.
También se apoya, como ya se ha dicho, en los arranques. Habitualmente son
rápidos, llenos de acción o morbo (veáse el del primer capítulo con Walter
apuntando en calzoncillos con una pistola o el del tercero –…And the Bag’s in the River- mientras los
dos protagonistas limpian la sangre y lo que queda del cuerpo de Emilio). Luego
la tensión dramatica desciende, pero no tarda en volver a alzarse de nuevo. Una
partida de póker, con Walter y Hank, en la que el tema de la droga sale al
aire. Las conversaciones entre Walter y Skyler. El malentendido sobre Walter
Jr. Todo suma para la tensión. Pero si algo consigue el director en esta serie
es jugar constantemente con las emociones y con los sentimientos de los
espectadores y de los personajes. Consigue generar en una misma escena una
tensión y una sensación de bienestar, el ejemplo es la reunión del claustro de
profesores en el que discuten sobre el de mantenimiento. Se habla de droga, se
habla sobre el material robado y mientras Walter está “jugando” a generar
placer en su mujer. Se van intercalando tomas. La voz va pasando al vacío. Y
mientras nosotros con mal cuerpo, pero a la vez se ve placer. Gilligan juega
con el espectador y eso no es bueno. O, ¿tal vez sí?
Pero el juego no está solo en las acciones, también en las cámaras.
Disfruta con tomas extrañas, como pueden ser a través del suelo o cenitales.
Juega con distintos tipos de rodajes. Todos ellos los usa dependiendo de qué
quiere mostrar. Estilo documental para momentos de acción, como puede ser las
redadas de la DEA o el ambientillo del mundo de la droga. Convencional es el
habitual. El artístico es el que usa para mostrar el paso del tiempo. También
juega con las músicas, no le importa mostrar cuando empieza y cuando acaba. Con
un golpe, con un disparo. Solo se oye cuando el personaje en cuestión está
presente en la escena o en la acción. Una vez que es detenido o muerto se acabo
música.
Porque muerte y detenciones es lo que hay. Muerte es lo que persigue a
cada uno de los personajes, y si no la cárcel. Breaking Bad es la fábula sobre el mal, sobre como una persona puede
corromperse. Porque hacer el mal te lleva al lado oscuro. Ya lo dijo @Policia
en un tuit: “Si te tienta jugar a #BreakingBad, debes saber que acabarás en el escenario
de #PrisionBreak. En la vida real, jugar con drogas acaba
MUY MAL”.
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