Título: Bab'Aziz, el sabio sufí
Director: Nacer Khemir
Intérpretes: Parviz Shahinkhou, Maryam Hamid, Golshifteh Farahani
Sinopsis: Dos
siluetas perdidas en un océano de arena: una encantadora niña llamada Ishtar y
su abuelo Bab’Aziz, un “sufí” ciego. Su destino es la gran reunión de derviches
que tiene lugar una vez cada treinta años. Pero para encontrar el lugar en el
que se celebrará esta reunión hay que tener fe y saber escuchar con el corazón
el infinito silencio del desierto.
Mientras
cruzan el desierto, Bab’Aziz va contando a su nieta Ishtar una antigua
historia. El desierto es amigo de los derviches por tanto revelará a Bab’Aziz
el secreto que van buscando: el lugar de la gran reunión.
Una niña,
su abuelo y el desierto parece ser un cóctel poco atractivo para un público
acostumbrado al vertiginoso mundo del cine hollywoodense. Y si encima le añades
que andan en busca de una reunión de derviches que se celebra cada 30 años, el sopor
puede ser monumental.
Pero a lo
mejor alguno se pregunta: ¿Qué es un derviche? Es entonces cuando la película
de Nacer Khemir tiene atractivo, un filme franco-tunecino que nos introduce a
los occidentales en el desconocido mundo de la mística musulmana, el sufismo.
Casi al mismo paso que los quelonios -podría decir tortugas, pero resultaría
ofensivo- Bab’Aziz y su nieta Ishtar van recorriendo la arena del desierto
encaminados a la gran reunión. Indudablemente ese paso es necesario. Fuera
frenesíes. Aquí es vital “escuchar con el corazón el infinito silencio del desierto” para llegar a la “meta”.
En este tránsito
los protagonistas se encontrarán con diversos viandantes, cada uno con su
historia particular, que no dudarán en compartirla con el anciano.
Precisamente,
si tuviera que resumir la película de Khemir sería así: Un camino que sirve de
eje central al que se suman diversos flashbacks provenientes de la memoria de los personajes.
Estas
historias, a veces inconclusas, recorren en conjunto el desarrollo de un ser
humano, de un ser con cuerpo, alma y espíritu. Desde el nacimiento, pasando por
el enamoramiento, hasta… No quiero ser spoiler.
Para no
caer en la adulación, alguna crítica negativa voy a hacer. Pobre Bab’Aziz. Te
tocó. El sabio sufí se dedica a lo largo de la película a dar pequeñas frases
moralizantes que, sin duda, le darían grima a más de uno. Es que cuando nuestro
sabio resuelve las inquietudes de su nieta resulta letal. Es lo que tiene que
ser sabio. En algunas burbujas sociológicas a estas frases las denominan
“troncos”. Aún no he descubierto por qué. Cuando lo sepa, lo indicaré en la
próxima crítica que haga.
Propaganda
aparte, posiblemente este efecto moralizante queda acentuado con el doblaje al
castellano. Las frases se convierten en lapidarias, cortas y al mismo tiempo
cargadas de contenido. Una economía del lenguaje que muchos políticos deberían
copiar.
Incluso
así, pobre Bab’Aziz que no tiene culpa, ¡qué esperamos de una película que nos
habla del misticismo, de la fe, del contacto con lo más Alto! Se trata de
proposiciones que sin duda sirven para meditarlas durante meses.
El camino,
el silencio, la gacela, la arena del desierto, el agua o la música son símbolos
que el espectador va descubriendo conforme avanza la película. Son medios para
aceptar la Realidad. Las frases lapidarias de Bab’Aziz, también.
Trailer
No hay comentarios:
Publicar un comentario