lunes, 29 de julio de 2013

Bab 'Aziz (2005)


Director: 


Sinopsis: Dos siluetas perdidas en un océano de arena: una encantadora niña llamada Ishtar y su abuelo Bab’Aziz, un “sufí” ciego. Su destino es la gran reunión de derviches que tiene lugar una vez cada treinta años. Pero para encontrar el lugar en el que se celebrará esta reunión hay que tener fe y saber escuchar con el corazón el infinito silencio del desierto.



Mientras cruzan el desierto, Bab’Aziz va contando a su nieta Ishtar una antigua historia. El desierto es amigo de los derviches por tanto revelará a Bab’Aziz el secreto que van buscando: el lugar de la gran reunión.

Una niña, su abuelo y el desierto parece ser un cóctel poco atractivo para un público acostumbrado al vertiginoso mundo del cine hollywoodense. Y si encima le añades que andan en busca de una reunión de derviches que se celebra cada 30 años, el sopor puede ser monumental.


Pero a lo mejor alguno se pregunta: ¿Qué es un derviche? Es entonces cuando la película de Nacer Khemir tiene atractivo, un filme franco-tunecino que nos introduce a los occidentales en el desconocido mundo de la mística musulmana, el sufismo. Casi al mismo paso que los quelonios -podría decir tortugas, pero resultaría ofensivo- Bab’Aziz y su nieta Ishtar van recorriendo la arena del desierto encaminados a la gran reunión. Indudablemente ese paso es necesario. Fuera frenesíes. Aquí es vital “escuchar con el corazón  el infinito silencio del desierto” para llegar a la “meta”.

En este tránsito los protagonistas se encontrarán con diversos viandantes, cada uno con su historia particular, que no dudarán en compartirla con el anciano.


Precisamente, si tuviera que resumir la película de Khemir sería así: Un camino que sirve de eje central al que se suman diversos flashbacks provenientes de  la memoria de los personajes.

Estas historias, a veces inconclusas, recorren en conjunto el desarrollo de un ser humano, de un ser con cuerpo, alma y espíritu. Desde el nacimiento, pasando por el enamoramiento, hasta… No quiero ser spoiler.

Para no caer en la adulación, alguna crítica negativa voy a hacer. Pobre Bab’Aziz. Te tocó. El sabio sufí se dedica a lo largo de la película a dar pequeñas frases moralizantes que, sin duda, le darían grima a más de uno. Es que cuando nuestro sabio resuelve las inquietudes de su nieta resulta letal. Es lo que tiene que ser sabio. En algunas burbujas sociológicas a estas frases las denominan “troncos”. Aún no he descubierto por qué. Cuando lo sepa, lo indicaré en la próxima crítica que haga.

Propaganda aparte, posiblemente este efecto moralizante queda acentuado con el doblaje al castellano. Las frases se convierten en lapidarias, cortas y al mismo tiempo cargadas de contenido. Una economía del lenguaje que muchos políticos deberían copiar.

Incluso así, pobre Bab’Aziz que no tiene culpa, ¡qué esperamos de una película que nos habla del misticismo, de la fe, del contacto con lo más Alto! Se trata de proposiciones que sin duda sirven para meditarlas durante meses.

El camino, el silencio, la gacela, la arena del desierto, el agua o la música son símbolos que el espectador va descubriendo conforme avanza la película. Son medios para aceptar la Realidad. Las frases lapidarias de Bab’Aziz, también.




Trailer

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