El espejo negro de la sociedad
Black Mirror (Charlie Brooker, 2011)
(1.1;2.1;2.2;2.3 OJO SPOILERS)
Si tuviese que definir la serie británica Black Mirror sería con una sola palabra: contradictoria. CharlieBrooker, su creador, ha conseguido, con una miniserie de dos temporadas de tres
capítulos, crear en el espectador una sensación agridulce. Donde cada capítulo
es brillante pero a la vez tiene algo de oscuridad, es deseperanzador e
igualmente precioso, es violento a la vez que no enseña nada o plantea absurdos
que si uno los piensa son inteligentes.
Black Mirror tiene un aire a las
películas de David Fincher. Historias donde la tensión y lo desagradable van de
la mano, pero en ocasiones esas sensaciones son las que hacen que sigamos
viendo la película. También en algunos momentos del primer capítulo de la
segunda temporada aparece un nuevo protagonista, la naturaleza, donde aparece
como un elemento esperanzador dentro del drama de la muerte de un ser querido.
Volviendo a la idea anterior. Black
Mirror es desagradable por momentos. Siempre hay un elemento que produce
rechazo al espectador (se tira a un cerdo, morir de una forma desagradable,
perder la esperanza…). Pero a la vez hay algo que hace querer ver el próximo
capítulo, aunque en el que acabamos de ver nos haya destrozado por dentro. Esto
es una de las genialidades de Brooker con esta serie.
Cada capítulo de la
serie es una historia estanca. No existe relación entre ellas hablando en cuanto
a la continuidad narrativa. Sin embargo todas tienen varias cosas en común. La
primera es la tecnología. Siempre está presente, para bien o para mal, es un
denomindador común. Es un personaje, y puede que el principal, de la serie.
Brooker lo usa para criticar, para demostrar hasta donde puede llegar el hombre
y sus actos. En el capítulo de “The National Anthem” (1.1.) son las redes
sociales las que usa para poner al primer ministro contra la pared y destrozar
su matrimonio, pero eso sí, aumenta su popularidad. En el caso de “Be Right Back”
(2.1.), las nuevas tecnologías sirven para volver a vivir con alguien que ha
muerto. En “White Bear” (2.2.) parece ser que hay una minoría que controla a la
sociedad a través de la tecnología pero al final no es así, sino que es una
forma de castigar (o torturar) a los criminales. Y en el último “The Waldo
moment” (2.3.) es un oso digital el que critica a los políticos y se presenta
como alternativa y acaba controlando el mundo. Como se puede ver las pantallas
y botones copan las historias en la serie.
Las otras cosas que
están presentes en todo momento son la desesperanza, el miedo y la desgracia de
los protagonistas ante una sociedad o despiadada o estúpida. Cada capítulo es
una crítica. Muchos afirmarán que es una crítica a la política, caso de los
capítulos “The National Anthem” o “The Waldo moment”. Pero yo creo que es más
una crítica a la sociedad, una visión pesimista -de ahí el “black” del título-
de lo que puede llegar a ser el mundo en el que vivimos. Brooker ha conseguido
que esa visión tan negra sea el aliciente de la historia. ¿Quién no quiere ver
algo con morbo? Y lo mejor es que eso que critica en capítulos como “The
National Anthem” o “White Bear”, donde la vida se detiene para ver al primer
ministro con una cerda en directo por la televisión, o actuar en una especie de
reality para poder torturar a una asesina, es también lo que hace que el
espectador esté pegado a la pantalla. También consigue enganchar al espectador
con unos guiones muy buenos. Destaca sobre todos el de “White Bear”. Simplemente
brillante. Donde los giros no dejan descansar, los puntos de inflexión en la
historia son constantes. Es una trama de casí dos horas reducida a 42 minutos y
por eso no se queda escuchimizada. ¿Dónde se puede encontrar tanto en tan poco?
Yo creo que en muy pocos sitios. Es el mejor capítulo de toda la serie y donde
da la casualidad no hace falta la presencia del sexo para empujar la historia. Porque
si por algo más destaca esta serie, es porque no se ahorra ningún detalle, ni
momento, a la hora de contar una historia.
Otra gran característica
de Black Mirror es que juega contigo
constantemente. Te manipula. Uno empatiza con la pobre Victoria que se despierta
sin recordar nada, pero que, ¡vaya!, es una asesina sin escrúpulos. Entonces es
cuando pasamos a despreciarla. O el espectador se rie con el oso Waldo, pero
según avanza el capítulo olvidamos a Waldo y es con Jamie con el que de verdad
sufrimos. El guión juega con nosotros como lo hacen los cuentos de los hermanos
Grimm con los niños pequeños, y además a costa de nuestros sentimientos.
Black Mirror es violento sin mostrar, oscuro pero no hay sombras, bello y
desagradable, digno y despreciable. Charlie Brooker consigue meter en el
espectador una sensación de deseperanza, pero también mete el gusanillo de ver
el próximo capítulo. En fin, Charlie Brooker lo consiguió.
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