lunes, 7 de octubre de 2013

Black Mirror


El espejo negro de la sociedad
Black Mirror (Charlie Brooker, 2011)
 (1.1;2.1;2.2;2.3 OJO SPOILERS)
Si tuviese que definir la serie británica Black Mirror sería con una sola palabra: contradictoria. CharlieBrooker, su creador, ha conseguido, con una miniserie de dos temporadas de tres capítulos, crear en el espectador una sensación agridulce. Donde cada capítulo es brillante pero a la vez tiene algo de oscuridad, es deseperanzador e igualmente precioso, es violento a la vez que no enseña nada o plantea absurdos que si uno los piensa son inteligentes.




Black Mirror tiene un aire a las películas de David Fincher. Historias donde la tensión y lo desagradable van de la mano, pero en ocasiones esas sensaciones son las que hacen que sigamos viendo la película. También en algunos momentos del primer capítulo de la segunda temporada aparece un nuevo protagonista, la naturaleza, donde aparece como un elemento esperanzador dentro del drama de la muerte de un ser querido. Volviendo a la idea anterior. Black Mirror es desagradable por momentos. Siempre hay un elemento que produce rechazo al espectador (se tira a un cerdo, morir de una forma desagradable, perder la esperanza…). Pero a la vez hay algo que hace querer ver el próximo capítulo, aunque en el que acabamos de ver nos haya destrozado por dentro. Esto es una de las genialidades de Brooker con esta serie.

Cada capítulo de la serie es una historia estanca. No existe relación entre ellas hablando en cuanto a la continuidad narrativa. Sin embargo todas tienen varias cosas en común. La primera es la tecnología. Siempre está presente, para bien o para mal, es un denomindador común. Es un personaje, y puede que el principal, de la serie. Brooker lo usa para criticar, para demostrar hasta donde puede llegar el hombre y sus actos. En el capítulo de “The National Anthem” (1.1.) son las redes sociales las que usa para poner al primer ministro contra la pared y destrozar su matrimonio, pero eso sí, aumenta su popularidad. En el caso de “Be Right Back” (2.1.), las nuevas tecnologías sirven para volver a vivir con alguien que ha muerto. En “White Bear” (2.2.) parece ser que hay una minoría que controla a la sociedad a través de la tecnología pero al final no es así, sino que es una forma de castigar (o torturar) a los criminales. Y en el último “The Waldo moment” (2.3.) es un oso digital el que critica a los políticos y se presenta como alternativa y acaba controlando el mundo. Como se puede ver las pantallas y botones copan las historias en la serie.


Las otras cosas que están presentes en todo momento son la desesperanza, el miedo y la desgracia de los protagonistas ante una sociedad o despiadada o estúpida. Cada capítulo es una crítica. Muchos afirmarán que es una crítica a la política, caso de los capítulos “The National Anthem” o “The Waldo moment”. Pero yo creo que es más una crítica a la sociedad, una visión pesimista -de ahí el “black” del título- de lo que puede llegar a ser el mundo en el que vivimos. Brooker ha conseguido que esa visión tan negra sea el aliciente de la historia. ¿Quién no quiere ver algo con morbo? Y lo mejor es que eso que critica en capítulos como “The National Anthem” o “White Bear”, donde la vida se detiene para ver al primer ministro con una cerda en directo por la televisión, o actuar en una especie de reality para poder torturar a una asesina, es también lo que hace que el espectador esté pegado a la pantalla. También consigue enganchar al espectador con unos guiones muy buenos. Destaca sobre todos el de “White Bear”. Simplemente brillante. Donde los giros no dejan descansar, los puntos de inflexión en la historia son constantes. Es una trama de casí dos horas reducida a 42 minutos y por eso no se queda escuchimizada. ¿Dónde se puede encontrar tanto en tan poco? Yo creo que en muy pocos sitios. Es el mejor capítulo de toda la serie y donde da la casualidad no hace falta la presencia del sexo para empujar la historia. Porque si por algo más destaca esta serie, es porque no se ahorra ningún detalle, ni momento, a la hora de contar una historia.

Otra gran característica de Black Mirror es que juega contigo constantemente. Te manipula. Uno empatiza con la pobre Victoria que se despierta sin recordar nada, pero que, ¡vaya!, es una asesina sin escrúpulos. Entonces es cuando pasamos a despreciarla. O el espectador se rie con el oso Waldo, pero según avanza el capítulo olvidamos a Waldo y es con Jamie con el que de verdad sufrimos. El guión juega con nosotros como lo hacen los cuentos de los hermanos Grimm con los niños pequeños, y además a costa de nuestros sentimientos.

Black Mirror es violento sin mostrar, oscuro pero no hay sombras, bello y desagradable, digno y despreciable. Charlie Brooker consigue meter en el espectador una sensación de deseperanza, pero también mete el gusanillo de ver el próximo capítulo. En fin, Charlie Brooker lo consiguió.


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